miércoles, 13 de mayo de 2020

CUENTO "EL TIEMPO"

El segundo fue a protestar al tiempo.
- ¡Estoy harto de que me cambien el nombre! Además, soy el más pequeño, ¡no pinto nada en este mundo! —exclamó muy triste.
El tiempo lo miró confundido.
- ¿A qué te refieres segundo? No entiendo la causa de tu enfado y tu tristeza— le dijo.
- ¡Mi nombre es segundo! ¿Por qué si nos juntamos sesenta segundos nos llaman minuto?
- Por eso no eres menos importante — contestó el tiempo al segundo.
El minuto estaba por allí merodeando.
- ¡No eres el único! Si nos juntamos sesenta minutos nos llaman hora — le contó.
- Por eso no eres menos importante — contestó el tiempo al minuto.
También la hora andaba por allí.
- ¡A mí me pasa igual! Veinticuatro horas de nosotras formamos un día — dijo gesticulando.
- Por eso no eres menos importante — contestó el tiempo a la hora.
- ¡Si vamos siete días juntos nos llaman semana!
- Por eso no eres menos importante — contestó el tiempo al día.
- ¡Lo mío sí es un caos! Da igual si nos juntamos cuatro o cinco semanas nos llaman mes. ¡Qué jaleo!
- Por eso no eres menos importante — contestó el tiempo a la semana.
- Pues nosotros, si nos juntamos doce meses nos llaman año — les dijo el mes.
- ¡No sé de qué os quejáis! ¡Depende de los años con los que me junte me llaman de una manera! Lustro, década, siglo, milenio — exclamó echándose las manos a la cabeza.
- ¡Basta ya! Por eso no sois menos importantes sino todo lo contrario! — dijo el tiempo cansado de todas sus quejas.
Segundo, minuto, hora, día, mes y año miraron al tiempo esperando que siguiera su discurso.
- No habría año si no existiera el mes, no habría mes si no existiera la semana, no habría semana si no existiera el día, no habría día si no existiera la hora, no habría minuto si no existiera el segundo... — dijo mirando a todos deteniéndose pausadamente en el último.
- ¡Yo existo gracias a todos vosotros!
Al segundo se le iluminaron los ojos; aunque era el más pequeño, por primera vez, se sintió muy importante.
Todos se miraron comprendiendo; daba igual cómo los llamaran, seguían siendo ellos mismos y, entre todos, habían dado nombre a algo muy grande: el tiempo.

Marisa Alonso Santamaría


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